¿Te espero para desayunar?

Hoy he ido a ver salir el sol.

Me suele recordar a un orgasmo, el amanecer. El cielo se va encendiendo, poco a poco. De repente, hay un momento en el que se empiezan a poner intensos los colores de alrededor y entonces sale, brillante, o a veces más opaco por las nubes, el sol.

¿Te espero para desayunar?

Hay días que es un orgasmo más fuerte, a veces más suave, los hay más largos, cortos, por sorpresa... Hace unos días fue multiorgásmico.

¿Vendrás desayunado o te espero?

Pues hoy, ha sido como uno de esos orgasmos que ves que vienen, que parece que va a explotar, que está todo preparado para que entre, y de repente, ya había empezado y no te habías dado cuenta. Uno de esos que promete más de lo que es.

¿Te espero a desayunar?

Uno de esos que te dejan frustrada. Que casi mejor haberte quedado con las ganas. A todas estas, durante el espectáculo orgásmico de la salida del sol, había un mantra que se me repetía en la cabeza y que no me dejaba concentrarme en las vistas: ¿te espero para desayunar? Era lo que pensaba que le escribiría cuando llegara a casa.

Miraba las nubes, los colores que iban cambiando, el mar, hoy tranquilo y, ¿te espero para desayunar? Esta mañana era una de esas en las que el sitio por el que sabía que iba a salir el sol, no era la parte más espectacular del cielo. Si giraba el cuello del todo, a la derecha, había unas nubes rosadas preciosas en contraste con el degradado azul del cielo. Buenos días, ¿te espero a desayunar?

Y un camino desde el sol hasta mi, a través del mar, ha empezado a brillar, amarillo (suele ser rojo al principio), muy mágico. Hoy brillaba mucho mucho. Y también había muchas aves. Y al ser domingo, más gente. Había un chico con una cámara grande que disparaba ráfagas y ráfagas de fotos para hacer panorámicas de ese amanecer que se estaba perdiendo por fotografiarlo. Me molestaba. Se me ha dormido mucho el pie y mi pregunta del desayuno no me ha dejado en paz.

El orgasmo de hoy ha sido amargo.